Ninguna de las personas consultadas para hablar del feminicidio, antes y después de la ley, deja de lado el asunto de los medios de comunicación. Feministas y expertas en el tema resaltan dos cuestiones paradójicas: los medios han aportado a la cultura en la que se minimiza la vida de las mujeres y se revictimiza a las asesinadas por sus parejas o exparejas, con relatos que justifican las acciones de los asesinos. No obstante, ante la carencia de datos de la institucionalidad, la prensa se constituye en una fuente histórica que sirve para rastrear el fenómeno.
La historia de Estefanía Rivera Guzmán es ejemplo, y se suma a lo que en esta investigación se viene planteando. En el año 2012, Rivera y su equipo empezaron una indagación de datos públicos abiertos para entender qué era lo que estaba sucediendo con el tema del asesinato de mujeres en el centro del país. “Nos dimos cuenta de que no había un registro que nos dijera, por ejemplo, tantas mujeres han sido asesinadas con este tipo de arma”.
Y aunque encontraron en la prensa un material relevante para documentar casos, también comprendieron que “los registros de feminicidios en los sectores periféricos no los hace la prensa hegemónica, porque es muy regionalista, clasista. Solo se registran unos cuantos, revictimizando muchas veces a la víctima”.
Adriana Cely reconoce que algunos medios de comunicación, en los últimos años, vienen haciendo un trabajo juicioso y responsable, tratando de cambiar narrativas machistas e incluyendo más historias con perspectiva de género, incluyendo las que narran feminicidios.
Pero la historia de su familia es en este tema un espejo retrovisor que no se puede obviar. “Cuando sucede todo esto (el feminicidio de Rosa Elvira Cely), en el hospital no nos dejaban entrar al tiempo a mi mamá y a mí a cuidados intensivos. Pero sí entraron los medios de comunicación. Entró el diario Q’hubo con fotógrafo, camarógrafo y periodista. Tomaron unas fotos dentro de cuidados intensivos. Después de que mi hermana muere, salen publicadas y sale la historia”.
“No se dan cuenta que hay niños -en el caso de nosotras una niña que tenía 12 años-, que no sabía exactamente lo que le había pasado a su mamá; y no porque no quisiéramos decirlo, sino porque era una situación muy difícil de explicar. Si para mí era difícil entender qué era el empalamiento, imagínense a una niña de 12 años”.
Para Beatriz Quintero se necesita que ese cuarto poder que son los medios ayuden a ver – determinados estereotipos- como inaceptable. Sin embargo, "ser un hombre muy atractivo, ser violento, es algo que todavía presentan los medios: el hombre macho, el hombre fuerte”.
Pero la Ley Rosa Elvira Cely también impulsó el principio de un cambio en los medios de comunicación, así lo ve María José Bermúdez, abogada integrante del equipo psico-jurídico de la Corporación Ocho de Marzo ubicada en el departamento de Nariño.
Antes de la ley los medios y la sociedad en general se dedicaban a justificar los hechos, decían, por ejemplo, (frente a un feminicidio) que era un caso de homicidio por ira e intenso dolor causado por celos o por el enojo del agresor, justificando así lo que hizo el victimario para maquillar de una u otra manera el asesinato de una mujer. Ahora vemos que se están haciendo visibles los casos, y creo que es algo esencial porque es necesario incluso para la apropiación de la cultura sobre este tipo de normas”.
Para todas las expertas consultadas, los medios son fundamentales en el cambio de la cultura. Esto implica reconocer el valor de las vidas de las mujeres; eliminar estereotipos masculinos agresivos y violentos, y de mujeres sumisas y dependientes de los hombres; visibilizar los casos de feminicidios y otras formas de violencias sin revictimizar, y educar en denunciar las múltiples formas de violencias de las que cualquier mujer sea víctima.
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